Escrito por Sarita Alvarez
Ya van casi nueve meses que hemos experimentado un cambio radical en la forma de vivir, confinados, limitados, restringidos y con muchas emociones cambiantes que nos someten a replantearnos constantemente nuestro día a día y todo ello es válido, en momentos donde nos vemos obligados a experimentar eso nuevo que nos genera ansiedad, temor, frustración y así desgaste emocional.
Es así como la pandemia nos ha llevado a nuestros propios límites, en algunas ocasiones explorando cosas nuevas que nos ha permitido adaptarnos y en otras situaciones momentos cargados de mucha frustración, enojo, ira y agresión; siendo todas ellas, responsables de nuestra forma de proceder ante los cambios sometidos.
Son estas nuevas maneras de manejarnos y adaptarnos, que nos han hecho tomar decisiones para sobrellevar el “encierro”, el distanciamiento con los otros, las limitantes en el contacto con los nuestros, esa “soledad insoportable”, “ese estar conmigo mismo” que se hace en muchas ocasiones agobiante e insostenible.
Es en la escucha clínica con mis pacientes, donde me atrevo a asegurar que un 70% de la consulta atendida en pandemia, los ha hecho recurrir de hacerse de una mascota o iniciar alguna relación sentimental con alguien vía virtual o de cercanía a su zona, ahí donde tal vez en nuestra antigua normalidad, esa donde las restricciones no estaban tan establecidas y la permisividad nos marcaba el rumbo, quizás no hubiera sido una opción pero que hoy día se vuelve una realidad para muchos.
Esta necesidad del otro por compañía en momentos donde el trabajo o estudio se centra la mayor parte del tiempo en casa, la actividad social se mantenía limitada no solo en horario sino establecida por “burbujas”, la necesidad de sentirse escuchado e identificado con otro, además que otro me necesite y quiera saber de mí, ha hecho que muchos recurran a esta compañía o relación… la pregunta es.. ¿se sostendrá después de la pandemia?...
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