Escrito por Isabel Garbanzo
Experimenté una sensación de calidez, una alegría indescriptible cuando esta semana acompañé a mi esposo a hacer entregas a domicilio, de las bebidas artesanales que le compran sus clientes. Sucede que la mayoría de estos clientes son también mis amigos, a quienes les guardo un cariño muy especial. El poder saludarlos “desde el carro”, luego de nueve meses de no verlos en persona, fue maravilloso, que alegría tan grande sentí de poder verlos, me sentí tan afortunada, no me alcanzan las palabras para describir esas bellísimas sensaciones. A saber, si ellos sintieron lo mismo… lo cierto es que yo lo disfruté mucho y ese encuentro “a la distancia” “con la mascarilla” me hizo pensar en el hecho de que estar a dos semanas de la celebración de navidad, luego de un año tan difícil para muchos por la crisis sanitaria y económica, despierta grandes deseos de verse, de compartir, de reunirse con los seres queridos. Muy de la mano con lo que escucho, en las últimas semanas de pacientes y conocidos “por dicha ya va a llegar diciembre”, “este año empezamos a celebrar navidad desde noviembre”, y esa sensación de “nos lo merecemos”, “hemos pasado por mucho”, “ya estoy cansado de no ver a mis seres queridos, ya es tiempo.”
Nuestro lado emotivo nos dice, que claro que hay motivos de sobra para celebrar, ya que a pesar de todas las dificultades logramos sobrevivir y estamos por llegar al final de un año atipico. Pero nuestro lado racional nos llama a la prudencia, advirtiéndonos que el índice de propagación del virus es mucho más alto en las actividades que reúnen a gente en espacios cerrados y en donde por costumbre el saludo es con un apretón de manos o un abrazo. En algún momento, en la celebración, habrá que quitarse la mascarilla para cenar, tomar, y empezarán las historias, las anécdotas, los chistes…y con ello muy probablemente la propagación del virus, ése que nos ha traído tanto problema y dolor este año.
Aparte de nuestro lado emotivo y nuestro lado racional, tenemos a las autoridades sanitarias alertándonos que estamos por enfrentar la segunda ola de la pandemia, y con un período de incubación de 14 días, precisamente las dos últimas semanas en que celebramos navidad y año nuevo, esas dos son una combinación fatal.
Si aún no tenemos acceso a la vacuna, no les parece que lo prudente sería seguir siendo pacientes, ya lo hemos sido por nueve meses. Podríamos echar a perder todo lo que nos hemos cuidado en tan sólo dos semanas, o tal vez no. Lo cierto es que lo que está en juego es la salud de nuestros seres queridos y la nuestra, y con el COVID-19 mejor no jugar.
Apostemos por ser responsables, prudentes, evitemos las reuniones sociales mezclando burbujas. Ya vendrán las festividades de 2021, donde si nos cuidamos podemos celebrar doble, o triple, y nos “sacaremos el clavo”, por toda esta paciencia y responsabilidad que tuvimos en en este año tan atípico, ojalá y la vida así nos lo permita.
Quizá, sólo quizá el mejor regalo, la mayor muestra de afecto hacia nuestros seres queridos sea tolerar por un tiempo más el dolor de no poder compartir con todos ellos hoy, para poder reencontrarnos mañana.
psicóloga – psicoanalista y consultora de RRHH para pequeñas empresas
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