Escrito por Etty Kaufmann Kappari
Aunque soy psicóloga y psicoanalista, también he sido paciente. He estado en ambas sillas, y desde ambas he aprendido algo muy obvio: La gente no va a terapia o análisis cuando se siente bien.
Siempre es por algún padecimiento, algo que preocupa, que duele, por un bajón de energía, por un duelo, por una dificultad, por un conflicto de pareja, por un problema en el estudio, en el trabajo o en la casa; por una situación de bullying vieja que aún afecta la vida actual, para procesar una violencia vivida, para tramitar emocionalmente una condición física (cáncer, diabetes, etc.), para pensar qué hacer cuando llegue el tiempo de la pensión, para no repetir ciertas cosas que han demostrado ser negativas para sí y para otras personas. También para estar mejor consigo y con los demás.
Pero, ¿cuánto dura? ¿Cuántas sesiones se necesitan?, me preguntan a veces. Es una pregunta importante.
Algunas corrientes psicológicas tienen propuestas de terapia a corto plazo (entre 10 y 20 sesiones). Otras no ponen un límite temporal, porque ¡depende de tantas cosas! Hablar de sí implica un camino con varias paradas, hay unas más lejanas y otras más cercanas. Los sentimientos a veces son difíciles de identificar, de nombrar e incluso de procesar. Toman tiempo. Las heridas que se producen ante lo que alguien nos dijo, el dolor de tropezar siempre con la misma piedra o trabajar por aceptar al otro como es (siempre que nos respete), requiere un trabajo y dependerá de diversas cosas.
Hay gente que viene a consulta con una cuestión concreta que resuelve en pocas sesiones y se va con la satisfacción de haberlas aclarado y atendido. Hay otras personas que requieren trabajar repeticiones, traumas profundos, ansiedades persistentes, depresiones tenaces, entre otras y para ello necesitan más tiempo.
El camino es único para cada persona en forma y en tiempo. No hay un lapso predeterminado para el tratamiento porque no se pueden predecir los tiempos subjetivos. Sin embargo, sí se trabaja para aliviar el sufrimiento del paciente y que llegue a su momento de concluir, (que nunca es completo ni estable, que puede estar en revisión y a veces en crisis).