Adolescencia (a propósito de la serie de Netflix)
- Etty Kaufmann Kappari
- Apr 2
- 2 min read
Por Etty Kaufmann Kappari
¿Cómo pensar con claridad cuando todos los días te miras al espejo y te ves diferente? ¿Sin saber qué ven los demás de vos? La incertidumbre es, sin duda, una de las palabras que mejor describe tanto la pubertad como la adolescencia. Y justamente cuando se está viviendo ese tiempo de cambios, es cuando la sociedad más les exige y al mismo tiempo los deja más solos que nunca.

Familias y docentes imponen innumerables reglas y restricciones a los adolescentes. Constantemente les recuerdan lo que no pueden hacer, pero también limitan sus deseos e iniciativas. En este constante tira y afloja de “¿hiciste la tarea?, lávate las manos, recoge tu ropa, calla y obedece”, la comunicación entre adultos y adolescentes se vuelve más difícil. Guiarlos es esencial para su bienestar, a veces con firmeza (nunca con violencia), pero la relación con ellos y ellas no puede reducirse a perseguirles o, por el contrario, ser indiferentes. Cuando los adolescentes pierden la confianza en sus figuras adultas justo cuando más las necesitan (porque no se sienten escuchados), quedan en riesgo, sobre todo en esta era digital.
En estos tiempos, púberes y adolescentes se extravían en sus teléfonos celulares entrando a una realidad alternativa, solitaria e individual y, por supuesto, imaginaria: “aquel tiene más amigos que yo; aquella nunca se va a fijar en mí; él se ve más feliz que yo.” No parece haber encuentros. Ya no se mira a los ojos al otro: novios que terminan relaciones por mensaje, amistades que se pelean en redes, ciberbullying, acoso, todo se juega en el espacio virtual. ¿Quién vigila esto?
Creo que por eso la serie “Adolescencia” de Philip Barantino, está sonando tanto actualmente. Porque abre la pregunta acerca de lo que le está pasando a ese personaje adolescente llamado Jamie (y a muchos otros adolescentes), ¿qué siente, qué piensa, cómo vive el cambio de su cuerpo? y la respuesta es: no lo sabemos. Sus padres no saben mucho de él porque no conversan, piensan que al estar en su cuarto está protegido. No lo está.
Por otro lado, la escuela no abre espacios para discutir y reflexionar con sus estudiantes. En la serie, la escuela más bien es un caos en el que reina el “sálvese quien pueda”. Nadie sabe qué está pasando en la cabeza de Jamie o de cualquier otro adolescente. Pensamos que con mandarlos a la escuela y revisar que cumplan con sus responsabilidades es suficiente. No lo es.
Justo hoy en las noticias escuchaba que el Primer Ministro de Reino Unido, Sir Keir Starmer llegaba a un acuerdo con Netflix para pasar la serie de manera gratuita y hacía un llamado a las familias a dialogar más con sus hijas e hijos.
Pienso que esa es la primera gran marca que deja la serie: no sabemos qué les pasa a los adolescentes y no se vale adivinar: es mejor dialogar. Es cierto que a veces no se sabe muy bien cómo hacerlo. Tal vez lo primero sea preguntar, escuchar y tratar de entender.
Psicóloga clínica, facilitadora de talleres para adolescentes; ponente en temas de disciplina positiva para colegios y familias
Comentarios